
«¿Te divertiste tomándole fotos a las fotos?». Esta pregunta llegó a mi celular mientras visitaba la réplica de la Capilla Sixtina junto al Monumento a la Revolución en la Ciudad de México. Este es un ambicioso proyecto para emular la experiencia de la visita de «la obra artística más grande de la humanidad» así llamado en el sitio de internet oficial. Hay quien la rechaza por no ser auténtica mientras mucha gente va a visitar una de las obras más icónicas de la historia de la humanidad (ya sea porque así se nos ha inculcado toda la vida) aunque sea por veinte minutos y nunca logren ver la verdadera.
Antonio Berumen dirige el proyecto Capilla Sixtina en México que gracias a la iniciativa privada con una inversión de 45 millones de pesos y a miles se horas de trabajo han erigido una réplica convincente del edificio con sede en el Vaticano. Es la primera vez que se autoriza una reproducción así en el mundo. El objetivo es que sea accesible para el público en general la experiencia de apreciar las obras artísticas de los muros y la cúpula, en especial la de Miguel Ángel Buonarroti.
La entrada es gratuita pero hay que apartar el boleto de acceso con anticipación y además esperar un buen rato en la fila. He de decir que es muy agradable ver a tantas personas formadas interesadas en el arte, al menos eso me gusta pensar.
Es bueno estudiar las obras de los artistas clásicos. El recorrido no dura más de veinte minutos, no puedes tomar fotografías pero aún así parece un proyecto que cumple su función de difusión y acercamiento a la Capilla Sixtina. Se mezcla el espectáculo con lo educativo, con luces que dirigen la atención del público explican los elementos más importantes de la obra de Miguen Ángel en la cúpula y la pared del coro con una voz solemne y música religiosa de fondo. Después puedes recorrer a tu antojo la sala. En estos días ya debe de estar abierta la tienda de regalos. Claro, después de tan maravillosa experiencia (insisten en remarcar) puedes llevarte un recuerdo o una prueba de tu visita a tan magnifica obra.

He escuchado a muchos compañeros artistas visuales decir que no les agrada nada la idea, que no tiene chiste, que es un «show» comercial más como lo fue la exposición de Miguel Ángel y Da Vinci en el Palacio de Bellas Artes. En cambio escucho elogios y emoción por parte de personas no especializadas en el mundo del arte. Es obvio que no es el edificio original pero encuentro un gran valor educativo en estos proyectos. No son simples fotografías y tampoco la discusión es nueva. Quiero mencionar un antecedente reciente en nuestro país.
En 2015 se llevó a cabo la exposición «Leonardo, Rafael, Caravaggio: Una muestra imposible» en el Centro Nacional de las Artes, Ciudad de México. Cincuenta y siete obras de estos tres artistas con un nombre de exposición que no podía ser mejor adaptado a nuestra tiempos de la reproducción digital de alta calidad. Renato Parascandalo y Ferdinando Bologna saben que reunir en un solo lugar las obras más significativas de artistas reconocidos del Renacimiento y el Barroco es imposible pero es viable romper impedimentos al reproducirlas fielmente en alta calidad. La obra original no se ve comprometida. Desde en año 2003 fotografían y gestionan estas muestras imposibles permitiendo al público en generar contemplar el arte disperso en decenas de museos y colecciones privadas en distintas partes del mundo. Cuando fue el turno de México visité la muestra. Estaba llena de gente, se tomaban selfies y recorrían las salas maravillados. Pude acercarme mucho a las obras. Me dijeron que el material impreso era poliuretano de alta calidad (algo así como lona muy fina) y la imagen no se pixelaba. Podían observarse detalles presentes en los originales. Pude hacer algo que nunca podré hacer con la pieza original: En mi curiosidad con los materiales me acerqué más… toqué a la Mona Lisa.

El filósofo alemán Walter Benjamin (1892-1940) fue famoso por sus reflexiones sobre la reproducción de la obra de arte, en especial el potencial del cine. Benjamin explica que la esencia de la obra de arte está en el aquí y ahora, lo que transmite con su presencia: Es un testimonio histórico susceptible al desgaste por el paso del tiempo además de tener una carga de autoridad y tradición que puede ser cambiante. Si bien hoy los frescos de Miguel Ángel son considerados «la obra artística más grande de la humanidad» como se mencionó antes, hubo quién la consideraba blasfema o inapropiada al no tener los personajes religiosos adornos celestes y enfocarse en cuerpos humanos con elementos profanos que eventualmente serían tapados con dibujos de telas. No se toleraba el desnudo.
El deseo de acercamiento hacia la obra ha hecho que sea un sueño visitar la Capilla Sixtina a manera de ritual en donde se ve una obra sublime hecha por un superhumano omitiendo que el artista tuvo muchos errores antes de encontrar una forma viable de realizarla o que no lo hizo completamente solo. A fin de cuentas un ser humano. Benjamin explica que el aura de la obra de arte puede destruirse por medio de la reproducción: La unicidad y la durabilidad determinada de una obra se cambia por lo homogéneo, lo democrático, la fugacidad y la repetibilidad haciendo muy diferente el cómo se consuma la obra. Hay un deseo insaciable de posesión. Puede existir un deseo por la imitación manual que se considera falsificación o un intento pobre aunque algunos lo aprecien por su esfuerzo artesanal. Ejemplo de esto es la Parroquia del Perpetuo Socorro en la colonia Moctezuma de la Ciudad de México. Podría ser plausible la iniciativa pero muy exigua la ejecución.
Desde hace tiempo existen libros e impresos que permiten «poseer» los frescos de Miguel Ángel pero parece no ser suficiente. El aura de la obra de arte se destruye en unicidad pero se forma otro: Sólo las más grandes obras pueden ser reproducidas en un proyecto así de complejo con dos años de continuo trabajo: Ebanistas, escultores, arquitectos, ingenieros y fotógrafos colaboran en este proceso con más de 2 millones 700 mil fotografías. La cúpula tenía que ser fotografiada en fragmentos de tres centímetros cada una para después armar la imagen que sería impresa en seda para finalmente construir la estructura que emulara una imagen fidedigna. Todo este trabajo es certificado no se permite ser tocado o fotografiado, convirtiéndolo en tan protegido como si fuese un original.
Este no es un producto para ser consumido como cualquier otro. Muchos solo darán un efímero vistazo y simplemente se irán. Otros más se detendrán a observar los detalles, ya sea de la Capilla Sixtina o de un asombroso trabajo de reproducción fino y meticuloso. Personas preferirán el inmueble original sin siquiera poder verlo en su vida. Lo quieran o no los tiempos están cambiando. Ya no nos tendremos que conformar con solo poder ver un libro ilustrado o una postal que nos trajo un ser querido de su viaje. Pueden ser los primeros pasos para la nula importancia de un objeto original. Claro que deseo poder ir un día al Vaticano a ver increíbles obras de artistas del Renacimiento y el Barroco, mientras tanto invito a la gente a disfrutar este proyecto y mejor aún que es gratis. Yo no digo simplemente al aire: «Solo son fotos».
PARA LEER MÁS:
«La Capilla Sixtina, la maravilla del Renacimiento», 10 de Noviembre de 2014, National Geographic España, accedido el 12 de Junio 2016
BENJAMIN, Walter, La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, México, Itaca, 2003.
PIÑON, Alida, «El arte de la «Capilla Sixtina» en México», 3 de junio de 2016, El Universal, accedido el 12 de Junio 2016